Algunas de las consultas que recibimos preguntan cómo discernir si una persona se encuentra en una situación de abuso o riesgo respecto al consumo del cánnabis. La mayoría de las preguntas las realizan los familiares pero cada vez más son los mismos jóvenes los que acuden para resolver sus dudas. Y ante esta realidad nos encontramos con que parte de nuestra labor pasa por cambiar determinadas ideas erróneas tanto en los consumidores como en sus familias.
Sabemos que el cannabis es una sustancia consumida por adolescentes y jóvenes entre los que existe una muy baja percepción de riesgo. Se ha convertido además en un ritual que abre las puertas de entrada al mundo adulto, siendo para la mayoría una fuente de experimentación.
En este contexto, la aparición
de artículos, publicaciones y opiniones muy divergentes en los diferentes medios de comunicación o en internet, algunos de personas expertas, otros de personas consumidoras o incluso debidos a intereses de un nuevo sector, provoca confusión en las familias y en las indicaciones que muchos de los padres dan a sus hijos, pero también la defensa de ideas equivocadas en algunos de nuestros jóvenes.
Aceptar que el joven puede consumir pero que si lo hace sea con la información adecuada es parte de la labor que deben realizar tanto los profesionales en drogodependencias, como la administración, los responsables de los clubs cannábicos o los mismos adultos consumidores y las familias. Proporcionándoles informacion ayudaremos a nuestros jóvenes a no tomar decisiones que les terminen perjudicando su proceso de maduración.
En este sentido nuestra labor actual nos lleva a las siguientes reflexiones:
- Aclarar que es cierto que el cánnabis es una planta y por lo tanto es un producto natural y ecológico. Pero no es menos cierto que natural y sin riesgos no son sinónimos. El tabaco o el opio también son naturales pero tenemos claro que su consumo conlleva riesgo.
- Aunque el cannabis se utiliza con efectos terapéuticos, la conclusión no es que fumarlo sea bueno en cualquier condición. El cannabis tiene usos médicos reconocidos y es beneficioso para algunas personas que están realizando tratamientos de quimioterapia pero la administración se realiza de manera controlada y no tienen nada que ver con su uso lúdico. Algo parecido resulta con los medicamentos derivados del opio y nadie piensa que sea bueno consumir heroína.
- Algunos creen que si no estuviera prohibido, se consumiría menos. No es cierto, la legalización no garantiza que el nivel de consumo se reduzca, lo que facilitará es que desaparezca el mercado negro y que se pueda regularizar la oferta de cánnabis.
- Otra idea equivocada es que el consumo de cannabis puede controlarse ya que no genera adicción. Lo cierto es que los efectos a cortos y largo plazo del cannabis están ampliamente descritos en la literatura científica y que el consumo del cannabis correlaciona con el fracaso escolar, la desmotivación, la apatía, mayor irritabilidad, los trastornos de la personalidad, los trastornos psicóticos (esquizofrenia), la depresión y la ansiedad.
- Otro mito es que fumar cannabis me perjudica menos la salud que al fumar tabaco porque se reduce la cantidad de porros en comparación con el número de cigarrillos. La realidad es que el cannabis contiene muchos de los carcinógenos y mutágenos del tabaco, y que además, fumarlo sin filtro y con aspiraciones profundas aumenta los riesgos de padecer cáncer.
Como conclusión, cuando unos padres se preocupan porque su hijo está fumando porros, se niega a dejarlo y temen que acabe contrayendo una adicción, es importante que antes de iniciar una prohibición tajante se permitan y aprendar a dialogar con su hijo, intenten pactar unos limites basados en el respeto mutuo, y en caso de conflicto le propongan realizar una consulta con un experto que ayude a la familia a manejar la situación sin alarmas pero también sin riesgos.
